Ha
llegado la primavera, destrúyeme. Corta la piel de mi vientre,
mastica todos mis huesos, cubre mis pupilas con cera . Ha llegado la
flor y la fruta, y los cuerpos desnudos en la hierba y el sudor de
los niños desatados. Es el tiempo de los cachorros morados de los
partos y el olor a placenta, y los gritos y la lluvia y los hinchados
capullos estallando en la mañana temprana. El sexo y la muerte, el
primer diente rompiendo la encía, la fría y dura carne de un
cadáver. Sacrifícame. La mujer mirando a la luna, la iglesia en
llamas, los perros enloquecidos, un Dios abatido a pedradas. Ha
llegado la primavera, ahógame. Ahógame en el río, en los mares, en
los fondos turbios de los barrizales, que quiero que mis entrañas
sean el agua y estallen mis pulmones, y fundirme con esta tierra que
es mi Tierra, que mi sangre sea el rojo semen de Marte y pueda ver
brotar los tallos de la guerra. Primavera en llamas, invócame.
Cuando caigan los caballos, llámame, cuando sean todos piedra y la
última bala sea fundida en las tripas del último necio reclama mi
presencia, y acudiré a lamer las ruinas.
La
primavera llega y yo muero,
y
todos caen,
y la
iglesia arde.
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