9.3.16

πάντα ρεῖ καὶ οὐδὲν μένει

Todo era estático y perfecto, nada se movía, ningún cabo sin atar. Todo milimetricamente medido, todo en su sitio, ni una mota de polvo. Simetría perfecta, dos cuerpos iguales uno frente al otro, luz blanca y sombra gris, un circulo infinito, una ecuación ya resuelta.

Llegó entonces la nada, la noche llena de estrellas demasiado lejanas para brillar, el frío. La extinción, el sueño, la visión, la aparición de la catástrofe. 

Y se desató el Caos, la caída en picado, el vértigo, el grito. La confusión de un furioso remolino, el agua embravecida, la mancha de sangre, el cuchillo, la víctima en el suelo de una habitación. Las manos heladas, el calor del fuego. La negación de la vida, de la muerte y de lo absurdo. La lógica aplastante, la verdad, el corte, la duda, el miedo. Una sentencia de lo eterno oculta desde el principio dentro de un cuerpo perenne.

Nada 
Permanece,
el principio 
es el fin, 
y nadie
nos pertenece.

Vanitas. R. Ferri






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